Relatos

Cuando la comida se convierte en mascota

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Seguramente existen historias más conmovedoras, entretenidas e interesantes. Se además que una planta NO es una mascota. Pero en mi casa Plantita es lo más cercano a eso, a una mascota.

Plantita, como yo la llamo (si Truman Capote pudo hacer que la glamorosa Holly Golightly llamara en forma redundante Cat a su gato en Breakfast at Tiffany’s no veo por qué no puedo apodar así a mi planta), era originalmente un brote de rabanito en el kit de verduras para comidas orientales, léase chop suey. Plantita estaba ahí, germinada y chiquita pidiendo una segunda oportunidad, gritando “no me comas!”. Y no la comí.

El tallito de 10 cm se convirtió en esa lombriz verdes con hojitas totalmente carente de gracia y esplendor. Pero cómo adorna el solitario balcón! Plantita, con su ser raquítico e insignificante se transformó en la primera planta de la casa, la precursora innegable de la futura huerta orgánica. Y se la ve feliz, o al menos crece despreocupada dentro de sus escasas posibilidades.

No se que le deparará el destino. Será como las habichuelas mágicas y conducirá a la gallina de los huevos de oro? Será como Audrey la planta carnívora de la Tiendita del Horror? No creo. Supongo que simplemente será una planta de rabanitos solitaria en el balcón. Y el chop suey, aunque sin su contribución, quedó de lo más delicioso.
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