Relatos

Velitas

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Hoy cumplo años y es difícil. Ya son muchas las velitas que prender (y apagar), suena la alarma de incendios y si querés contar tu edad con los dedos de las manos te perdés en las vueltas que tenés que dar, una y otra vez hasta llegar al número. Ni hablar de los tirones de orejas que ya no hacen gracia, la torta que cae mal al hígado y  el triste hecho de que todo se acumula cómodamente en las caderas.

Van pasando otras cosas aún más complicadas como las canas, las arrugas, los dolores en lugares que ni siquiera sabíamos que existían, los recuerdos y gustos que te etiquetan con un cartel luminoso en la frente con la palabra “vieja”,  la música que está demasiado fuerte y ya es tarde y mejor a dormir porque el agotamiento gana la partida.

Es difícil, sí, pero lo que más cuesta es darse cuenta que pasó un año más, un año menos y que los cumpleaños nos hacen de alguna manera mirar para atrás, replantearnos cosas. Sumamos un dígito a nuestras vidas y con él un interrogante, “qué hice con mi vida hasta ahora?”. Mucho, poco o nada, más allá de las presiones sociales y las aspiraciones propias a lo largo de los años, hay una lista. Una lista que mentalmente contiene los casilleros a los que hubiéramos querido avanzar en cierto momento de la vida. El problema es que es un juego y los dados son tramposos, a veces avanzamos, y muchas retrocedemos por otros motivos, porque estamos viviendo y en eso no siempre podemos decidir, no siempre podemos tenerlo todo.

Esa lista hoy es un tormento porque me recuerda los casilleros que no logré avanzar, porque me hace oír el fantasma de la voz de aquellos que me dijeron muchas veces que no podía y decidí no creerles. Esa maldita lista me mira y me dice todo con su caligrafía desgastada por los años y de adolescente torpe, me dice que me perdí muchas veces y que aún hoy no se bien dónde está mi camino. Alguien muy sabio a quien quiero mucho me dijo esta semana que ” hay que ser flexible y hay que ir cambiando, replanteando los caminos y las metas; ( claro, siempre viendo de conservar lo que para uno si es muy importante…, …el resto se va modelando, puliendo, cambiando, a medida que uno camina)”, y es verdad me he reinventado, me borré y me volví a dibujar tantas veces, me he pintado de colores, me he escrito en prosa y me he descubierto y redescubierto. Y posiblemente de eso se trate, aunque duele estar del otro lado del mostrador, duele ver los casilleros aunque me recuerdo a mi misma por qué las cosas son así y el que no lo entiende, mala suerte.

Es difícil, sí, y la distancia no ayuda. La contemplación hace más ajustados los espacios, y el recuerdo, y el rechazo y las dudas e incertidumbres sobre el  futuro. Y el cambio constante y la monotonía y los miedos inexcrutables. Hoy cumplo  años y me cuesta figurarme algunas cosas y pienso que al fin de cuentas los logros no son los mismos para todos y si se tratan de logros, gané muchísimas pequeñas batallas y otras tantas quedarán para los años que vengan cuando me siente de nuevo con mi delicioso cupcake red velvet style de Vie La France a soplar las velitas, o dónde sea que me encuentre dentro de exactamente 365 días a partir de hoy.

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Say cheese! Cheeeeeeeese!

Salados? Y por qué no? Vamos! Un cupcake salado? Sí, obvio! Y con muuuucho gusto a queso en su interior y en el frosting!

Para decorar, semillas de sésamo mixtas y queso cheddar en hebras. Hmmmmm!

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Pink is the color of Passion!

Vir: -Tomamos el té?

Yo: -Dale!

Vir: -Me hacés unos cupcakes?

Yo: -Of course!

Vir: -Pero que sean rosas, si? Me gustan rosas…

Yo: -No problem. De limón o vainilla?

Vir: -Limón, pero con frosting rosa!

Yo: -Amiga, lo pedís, lo tenés!

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Simple cupcakes

Un poquito de sabor de New York City. Un gusto dulce y colorido que viene de la mano de los ya famosos “cupcakes”. Unas pequeñísimas tortitas (en realidad son mini muffins) cubiertas con el glaseado típico americano llamado “frosting” o “icing” y salpicado con granas o pequeñas decoraciones de azúcar o chocolate.

Son perfectos para acompañar el té de la tarde, aunque lo hemos comido también de postre con un café. 

Los cupcakes, que ahora pueden encontrarse en cualquier confitería newyorkina, se pusieron de moda tras la serie Sex & The City donde sus protagonistas se deleitaban no solo con un Cosmopolitan sino también con estos pequeños bocaditos.

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